Habemus Papam: El Antiguo Ritual del Humo que Comunica al Mundo una Nueva Elección Papal
Ciudad del Vaticano, 6 de mayo de 2025 — Cuando el mundo espera la elección de un nuevo Papa, no lo hace con los ojos puestos en redes sociales ni en boletines oficiales, sino en una chimenea centenaria que corona la Capilla Sixtina. Desde allí, una voluta de humo —negra o blanca— comunica al planeta si los cardenales reunidos en cónclave han llegado o no a un consenso.
Este sencillo pero simbólico sistema de señales esconde, sin embargo, una complejidad técnica cuidadosamente orquestada por el Vaticano. Desde la instalación de estufas especiales hasta la creación de mezclas químicas precisas para asegurar la claridad del mensaje, todo está meticulosamente diseñado para evitar cualquier margen de error en uno de los momentos más solemnes del catolicismo.
Tras el fallecimiento del papa Francisco el pasado 21 de abril a los 88 años, el proceso sucesorio se ha puesto en marcha. El funeral concluyó hace pocos días, y ahora toda la atención se centra en el cónclave, que comenzará el 7 de mayo con una misa en la Basílica de San Pedro antes de trasladarse a la Capilla Sixtina, donde los cardenales votarán a puerta cerrada.
Allí, en uno de los espacios más emblemáticos del arte renacentista, se instalan dos estufas: una para quemar las papeletas de votación y otra para generar el humo. Ambas están conectadas a un conducto que atraviesa discretamente el techo del edificio. Su instalación, según expertos, debe hacerse con extremo cuidado para no dañar el patrimonio histórico.
“El sistema es tan preciso como delicado. No puede haber margen de error, porque si el humo no es claro, el mundo entero malinterpretaría el mensaje”, advierte Kevin Farlam, ingeniero especializado en estructuras patrimoniales.
En los días previos al cónclave, se realizan ensayos con humo y se activan equipos de emergencia, incluidos los bomberos del Vaticano, para garantizar que todo funcione a la perfección.
Desde hace décadas, el Vaticano dejó atrás los métodos rudimentarios de paja húmeda o seca, que solían generar confusión. Hoy, los colores del humo se producen mediante cartuchos químicos diseñados a medida. Para el humo negro se utiliza una mezcla de perclorato potásico, antraceno y azufre; para el blanco, clorato potásico, lactosa y colofonia de pino. Todo se enciende electrónicamente para asegurar claridad e inmediatez.
La señal se complementa ahora con el tañido de campanas, introducido en el cónclave que eligió a Benedicto XVI en 2005. Sin embargo, más allá de los avances técnicos, el Vaticano sigue fiel a la tradición como parte de un ritual cargado de historia, simbolismo y fe.
“El humo que asciende conecta con una idea antigua: la comunicación entre lo humano y lo divino”, explica Candida Moss, profesora de teología. “Es una experiencia compartida de misterio que envuelve a todos los que esperan en la Plaza de San Pedro”.
En tiempos de tecnología avanzada, este ritual ancestral continúa siendo uno de los actos más seguidos y reverenciados del mundo. Y cuando finalmente emerja humo blanco, millones sabrán que hay un nuevo líder para la Iglesia católica.